martes, 5 de octubre de 2010

Los siete (7) puntos de la Coordinadora Juvenil 3 de Octubre

En vísperas de la instalación hacia el Congreso de los Pueblos, once organizaciones juveniles de diferentes lugares de Bogotá, con distintas propuestas de trabajo en áreas como la comunicación, la educación, el arte, la música y la investigación, se dieron cita el 3 de octubre  para unificar esfuerzos, orientar iniciativas y coordinar trabajo desde una apuesta político-organizativa popular, horizontal y juvenil. Sobre la base de discusiones previamente abordadas, las distintas organizaciones que confluyeron en este escenario de construcción nos dividimos en distintas mesas de trabajo para conocer nuestras experiencias y alimentar las ideas a través de diferentes discusiones temáticas. Los temas que correspondían a cada mesa eran, respectivamente: 1) criminalización de la juventud; 2) bases militares, soberanía y ambiente; 3) expresiones contra-culturales y contra-informativas; 4) militarización de la vida; 5) trabajo juvenil precario; 6) educación secundaria de calidad y acceso a la educación superior; y 7) anti-patriarcado y feminismo. Estas fueron algunas de las conclusiones a las cuales llegamos: 
 
1) Criminalización de la juventud: Los y las jóvenes que vivimos, pensamos y hablamos distinto a lo establecido por los parámetros “normales” producidos por la sociedad capitalista y sus discursos y prácticas hegemónicos, estamos siendo constantemente estigmatizadas. El problema, sin embargo, va más allá. Las condiciones sociales, culturales y económicas, que ha generado el malintencionado manejo de las políticas públicas, generan distintos escenarios en los cuales los y las jóvenes son problematizadas como “criminales”, gente “vaga”, “drogadicta”, “delincuente” y/o “de la calle”. Estas representaciones sociales tienden a marginar a la juventud, en especial en los barrios populares, criminalizando sus expresiones y quehaceres cotidianos, en el marco de un modelo represivo que impone unas condiciones que tienden a normalizar los procesos de intervención que el mercado y el estado incentivan y realizan sobre la vida de los y las jóvenes. 

Prácticas cotidianas que sufrimos los y las jóvenes como la “limpieza social” y  la brutalidad policial, son legitimadas por medios de comunicación e instituciones educativas que, generalmente, parten de la idea de que los y las jóvenes somos  potencialmente “criminales” y “delincuentes” que debemos ser castigadas y reprimidas.  Representaciones de lo juvenil que, tanto a nivel urbano como rural, y respondiendo así mismo a discriminaciones de género y clase,  condicionan las posibilidades de la juventud en un modelo de represión sistemático. Adicional a esto, se presenta una cultura de consumo que intenta atravesar los cuerpos y las mentes de los y las jóvenes, imponiendo modelos de consumo, roles sociales y pautas estéticas que, por lo general, tienden a romper las identidades territoriales, en los barrios populares, permitiendo un mayor acceso y control a nuestras vidas. Es por esto que es necesario fortalecer nuestra rebeldía, conocer  nuestros territorios y generar, de manera creativa, propuestas de organización que nos permitan reconocernos entre nosotros y nosotras mismas como sujetos políticos y semillas de otro mundo, acentuando la importancia del arte y la música para resignificar nuestras vidas. 

2) Bases militares, soberanía y ambiente: La amenaza a la soberanía nacional es el resultado directo  de un conjunto de dinámicas socio-económicas nacionales e internacionales que se vienen configurando desde hace más de 50 años en el territorio colombiano. Bajo la excusa de la “lucha contra el terrorismo”, la élites nacionales junto al gobierno de los Estados Unidos, las empresas multinacionales y las fuerzas militares y paramilitares, vienen incidiendo, por vía del terror y la cooptación de diversos espacios institucionales, en las decisiones de este país en aras de controlar los corredores biológicos más importantes del territorio nacional y lograr acceder, por cualquier vía, a los recursos naturales. En este sentido, las bases militares han resultado de gran utilidad al modelo de despojo, en su afán de control económico de los ecosistemas, pero también político, de las comunidades. 

Las implicaciones ambientales, económicas y sociales de este modelo de despojo son, al menos para el primer caso, en muchos casos irreversibles. Se requiere, por lo tanto, transformar el modelo económico y social que nos permita relacionarnos de manera distinta con la naturaleza, para apropiarnos conscientemente de nuestras relaciones sociales e implementar alternativas productivas al desarrollo capitalista.  Esta tarea no puede ser llevada a cabo sin un trabajo de investigación, comunicación y movilización social que evidencie las desigualdades sociales y la deuda ecológica generada por los tratados de libre comercio, las bases militares y la destrucción de la naturaleza, impuestas por las lógicas del mercado, que también atentan contra la vida de otras especies animales. Con el ánimo de construir un país distinto, soberano y sostenible, los y las jóvenes que conforman esta coordinadora consideramos crucial avanzar en propuestas  de difusión e intercambio de saberes que permitan poner en marcha prácticas productivas que respeten la vida. Es por esto que escenarios como el Congreso de los Pueblos, son tan importantes, ya que permiten materializar propuestas por la soberanía y la vida digna de los y las colombianas.  

3) Expresiones contra-culturales y contra-informativas: La contra-cultura es una forma de expresión que nos permite, como jóvenes que somos, expresar nuestra inconformidad y generar espacios que rompan con las tradicionales y hegemónicas formas de conocimientos patriarcales y capitalistas. La contracultura, entendida como una posición política frente a los valores consumistas de la sociedad, pretende transformar los criterios estéticos imperantes a través de diversas manifestaciones artísticas, musicales y comunicativas. Hace parte de la contra-cultura lo que no está contemplado dentro de la cultura establecida, generando espacios horizontales en los que las dinámicas actuales sean subvertidas.

La posibilidad misma de construir identidades autónomas  a través de proyectos itinerantes que nos vinculen con una realidad dinámica que no se deja atrapar por moldes homogenizantes. Lo que requiere, necesariamente, de un proyecto contra-informativo que permita acceder a la realidad y a sus diferentes problemáticas, para transformarla. Es la educación popular, los zines, el cine-foro, los encuentros culturales, los tokes, las cartillas etc., las herramientas con las cuales comunicamos una idea y sembramos semillas de otro mundo. Todo esto es importante para la defensa territorial en los barrios marginados, donde muchas veces se imponen discursos y prácticas que tienden a definir y establecer roles funcionales a las lógicas de poder.  La contra-cultura es poder juvenil popular, es cambio, creatividad, diferencia y apuesta política… la contra-cultura no sólo nos permite soñar un país distinto sino realizarlo en nuestras prácticas cotidianas.

4) La militarización de la vida: Entendemos la militarización como una forma de organización de la sociedad y la vida, vinculada con un proyecto económico  que por lo tanto se pone al servicio de los intereses de las élites dominantes. La militarización es una estrategia que atraviesa todas las esferas de la vida y que  impone una jerarquía de valores a partir de la cual se establecen normas sociales de comportamiento, que están estrechamente ligadas al patriarcado –impulsando prácticas machistas y sexistas de violencia contra las mujeres y la diversidad sexual y de género- y al racismo. En este orden de ideas, la militarización es una estrategia que construye formas de ser, vivir y relacionarnos. La militarización incorpora una lógica de amigo-enemigo, que aumenta la represión y persecución contra las personas que muestran algún tipo de desacuerdo con el modelo dominante, generando una ambiente de miedo y terror en la sociedad. Pero los y las jóvenes no tenemos miedo, aunque seamos el blanco constante de este aparato del terror.

La forma más común en que sentimos la militarización es el servicio militar obligatorio, aunque la militarización empieza, muy tempranamente, en la vida desde la familia y el colegio. Las estrictas jerarquías, las relaciones de mando y obediencia, los uniformes, las formaciones, son algunos ejemplos claros. Para las mujeres la militarización exacerba los imaginarios colectivos que las subordinan y aumenta la violencia directa en su contra. Es importante, por estas razones, resistir la militarización de nuestras vidas. Necesitamos impulsar aún más talleres de formación, así como campañas en contra del servicio militar obligatorio y por la objeción de conciencia. La resistencia debe partir de la cotidianidad, de la forma como somos y nos relacionamos con otros y otras, sin dejar a un lado la lucha frontal a la estructura que sostiene la militarización por medio de la movilización social, la contra-información y la contra-cultura.

5) Trabajo juvenil precario: ¿Están siendo reconocidos y reconocidas las jóvenes en el ámbito laboral en Colombia? El capitalismo está en crisis. Esto ha tendido a precarizar cada vez más el trabajo para mantener o aumentar la ganancia. Sumado a esto, ha aumentado la demanda de trabajo, especialmente en jóvenes y mujeres que hoy empezamos a entrar en la vida laboral, caracterizada por una  falta de estabilidad, de garantías en seguridad social y de prestaciones sociales. Reconocemos que en este momento la juventud es vista y tomada como mano de obra en reserva y disponible a los intereses del capital, de las empresas públicas y privadas y en general de escenarios propios de la informalidad laboral.


Las condiciones sociales de los y las jóvenes, en el plano del trabajo, son cada vez más precarias y, como si fuera poco, son cada vez más altos los niveles de desempleo: los y las jóvenes no encontramos, hoy en día, dónde trabajar. La fuerte estigmatización social y económica, consecuencia de la precarización laboral y la falta de empleo, está relegando a  la juventud del escenario laboral del país. La violencia estructural que se impone sobre la vida de este sector poblacional lleva consigo la aplicación de medidas asistencialistas para capacitar a los y las jóvenes en trabajos precarios. Sin embargo, no somos una población homogénea que pueda ser tematizada fácilmente, por lo que es importante tener en cuenta los diferentes rasgos culturales y generacionales que se están presentando actualmente. Reivindicamos la necesidad de garantizar un trabajo digno que incluya dentro de su misma condición la garantía a una vida digna, es decir, un trabajo que va más allá de un salario que garantice el consumo de bienes y servicios. Para ello es indispensable construir nuevos referentes organizativos que respondan a estas nuevas dinámicas laborales, y que respondan igualmente al sentido de vida juvenil.     


6) Educación secundaria de calidad y acceso a la educación superior: La educación que hoy se imparte en las instituciones de educación secundaria no es una educación crítica y de calidad, sino una educación mercantilizada que crea apego al sistema consumista-capitalista, para crear autómatas que respondan acríticamente al sistema. Como estudiantes  críticos, creemos que la educación secundaria debe generar las adecuadas condiciones para formar pensadores y pensadoras, capaces, también, de acceder a educación superior. La educación es un derecho y como jóvenes, la exigimos. Necesitamos una educación que nos enseñe la verdadera historia de nuestro territorio para pensarlo, caminarlo y transformarlo, y que al mismo tiempo nos permita ingresar a otros escenarios de educación. En Colombia la educación responde más a las exigencias del mercado que a los de la juventud misma, sobre todo de la juventud de estratos más bajos. Los y las jóvenes de los barrios populares estamos cada vez más relegadas de una educación de buena calidad; estamos siendo cooptados por un modelo educativo degradado por la burocracia y la técnica mercantil que nos cierra la puerta de las universidades.  

Los y las jóvenes necesitamos una educación que responda a las necesidades propias de las comunidades. Requerimos de una educación crítica y transformadora capaz de crear pedagogías y proyectos no autoritarios. Como estudiantes tenemos que fomentar espacios de dialogo permanentemente, que nos permitan evaluar qué tipo de educación estamos recibiendo y cuál es la que queremos construir.

7)  Anti-patriarcado y feminismo: La construcción de una sociedad distinta a la impuesta por el capital  pasa necesariamente por la apropiación de las relaciones sociales y con ello, por la lucha anti-patriarcal de mujeres y hombres contra las contradicciones sociales, políticas y económicas que violentan contra la mujer rural, urbana, trabajadora, detenida política y/o joven. Somos nosotras como mujeres jóvenes y organizadas, quienes, desde la misma práctica luchamos contra un sistema que, entre otras cosas, oprime a la mujeres imponiendo roles y determinando sentidos.

Los sistemas de opresión no sólo recaen sobre las mujeres, sino sobre la sociedad en su conjunto, y lo hace a través de mecanismos generalizados que requieren ser enfrentados, tales como: la imposición de roles según el género, heterosexualidad obligatoria, pago de salarios diferenciados, maltrato y violencia, entre otras.


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